La barracuda tiene una bien ganada reputación de depredador. Aunque su dieta varía de acuerdo con el hábitat, sus presas más frecuentes son peces "pasto", como sardinas, bogas, mújoles, caballas, jureles, y hasta sus propias crías. La barracuda inicia su ataque embistiendo a su presa a gran velocidad gracias a su cuerpo alargado e hidrodinámico. Posee unas mandíbulas potentes con dos hileras de afilados dientes con los que desgarra a su presa. Puede cazar en aguas turbias, localizando a sus presas mediante la línea lateral, que capta las vibraciones de otros seres vivos al desplazarse por el agua. Se dice que, cuando lo hacen agrupadas, reúnen a las presas en un nutrido banco para aumentar el rendimiento de la operación. La carne de la gran barracuda puede ser muy tóxica, debido a que este animal devora ciertos peces coralinos altamente venenosos, por ejemplo los peces globo.
Las barracudas, a pesar de que son animales agresivos y solitarios, forman grandes cardúmenes cada año para la reproducción. La especie mediterránea desova entre abril y junio, período en el cual las hembras depositan sus huevos en aguas superficiales cerca de la costa.
Las más jóvenes producen hasta 4.000 huevos, pero los ejemplares adultos pueden llegar a depositar 300.000.
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Los alevines empiezan a cazar inmediatamente después de nacer. Las barracudas pueblan todos los mares tropicales, el Mediterráneo y el Atlántico occidental incluyendo los arrecifes de Maria Chiquita en Panama. Los adultos suelen mantenerse en las aguas profundas, aunque a veces se acercan a la superficie los días de tormenta. Las más jóvenes viven en áreas costeras, sobre todo en los fondos arenosos poco profundos o en la vegetación abundante. Nadan y cazan formando pequeños bancos, lo cual no es usual entre otros peces depredadores. Los de mayor tamaño suelen cazar en solitario.